Como ya
muchos lo esperábamos, aunque no lo deseábamos, ganó Enrique Peña Nieto, “haiga
sido como haiga sido”, ahora sólo nos queda a los mexicanos que no votamos por
este candidato, y que somos la mayoría de los electores, incluyendo a los
valemadristas que se abstuvieron de votar, esperar que el candidato triunfador haga un buen gobierno, que nos demuestre con
hechos a quienes no confiamos en él, que estábamos equivocados, que combatirá
la impunidad y la corrupción, que evitará el despilfarro, que combatirá el
crimen organizado, que hará todo el esfuerzo por erradicar la pobreza de más de
40 millones de mexicanos y desaparecerá la pobreza extrema o alimentaria de
casi 10 millones de mexicanos, que
impulsará el empleo y el desarrollo económico, que no entregará a la maestra Elba
Esther Gordillo y su pandilla la educación de millones de niños, y que no habrá
impunidad ni fuero para los ex-gobernadores delincuentes y ladrones como Ney M.
González, Humberto Moreira, Ulises Ruiz, Mario Marín, Fidel Herrera, Eugenio Hernández, y demás
pillos que han robado miles de millones
dejando detrás de ellos endeudados por
más de veinte o treinta años los estados que saquearon sin misericordia.
Si lleva a
cabo las acciones anteriores, demostrará a los mexicanos que es un verdadero estadista, que gobierna
para todos y que el viejo PRI ya no existe.
Consideramos
que por el bien de México debemos darle el beneficio de la duda y dejarlo
trabajar, pero exigiéndole el cumplimiento de sus muchos compromisos de campaña
y ejerciendo una crítica constructiva y propositiva de sus acciones de gobierno
y políticas públicas, reconociendo sus
aciertos y haciendo ver sus errores, proponiendo en su caso alternativas de
solución; como ciudadanos responsables,
creemos que ése debe ser el camino a seguir para caminar por la ruta del
progreso y la reconciliación de todos los Mexicanos.
Ojalá que
no se sienta tentado a ejercer un poder absoluto y dictatorial ya que, al
parecer, no tendrá mayoría absoluta en
ambas cámaras; de diputados y de senadores en el Congreso de la Unión, y que no
escuche las voces de los dinosaurios tricolores y sus descendientes que anhelan
las mieles del poder.
Peña Nieto
tiene ante sí la disyuntiva histórica de ser el estadista que México requiere
ante esta crisis de confianza en los políticos, respetando las leyes y reglas del
juego democrático y promoviendo las reformas estructurales que se necesitan, o
bien, convertirse en un moderno dictador con todos los poderes del estado
concentrados en una sola persona, ante la inexistencia real de grupos o
políticos de oposición al estilo de Hugo Chávez, por citar un ejemplo.
Así pues,
ya está escrito el resultado definitivo de estas elecciones; ganó Peña Nieto,
el PRI regresa a Los Pinos con el apoyo
de Calderón que pactó con los tricolores su retorno triunfal, y con una
Josefina que no quiso formar un gobierno de coalición, declinando a favor de
Andrés Manuel, como única fórmula que podía haber evitado la vuelta de los
tricolores a la presidencia.
Por lo que
se refiere a nuestro sufrido y atrasado estado también se cumplió nuestro pronóstico
de que arrasaría el PRI; producto de varios factores combinados, tales como
partidos de oposición inexistentes o divididos, candidatos de oposición sin
presencia; falta de apoyos económicos que contrastaron con los recursos humanos
y financieros abundantes del gobierno
estatal abiertamente a favor de los candidatos tricolores, y una maquinaria
electoral bien aceitada y con todo el apoyo, muy costoso por cierto, de los
medios masivos de comunicación, sumados a
la ignorancia y jodidez de muchos miles de nayaritas, entre otras
situaciones, que nos permitieron
anticipar desde hace varios meses el triunfo tricolor en nuestro estado y en el
país.
Ojalá que
Peña Nieto tenga muy presente que solamente el 38 por ciento de los votantes
apoyó su candidatura, que el otro 62 por ciento votó por otros candidatos ; y
que los ciudadanos, de un total de 79.4 millones, solamente 18.5 millones
votaron por él, es decir, sólo un 23 por ciento del padrón electoral, y que el
77 por ciento restante de los ciudadanos , es decir, más de 60 millones de
mexicanos, que es una abrumadora mayoría, no aprobaron su candidatura; estas
cifras y porcentajes nos indican claramente que el nuevo presidente, Enrique
Peña Nieto tendrá que hacer un enorme esfuerzo de reconciliación nacional.
¿Usted qué opina, amable lector?
Puede ver columnas anteriores en la página
www.cainay.blogspot.com